Durante el confinamiento del Covid-19, los alumnos de Historia de 1º de Bachillerato han escrito un diario en el que han recogido su experiencia personal. En el texto, en primer lugar, han documentado los orígenes de la pandemia en Wuhan (China). En segundo lugar, han analizado la llegada hasta aquí. En tercer lugar, han recogido su experiencia diaria desde el 20 de abril hasta el 1 de junio, viendo cada una de las fases de la desescalada. Y en cuarto y último lugar, han realizado una previsión de futuro en la que, además, han situado la experiencia en su contexto histórico. En relación al tercer apartado, han plasmado la forma con la que han vivido el confinamiento. No tanto desde una óptica general, algo para lo que en un futuro tendrán la prensa y los libros de Historia, sino individual. De este modo, han visto las ventajas y las inquietudes del confinamiento, y los aspectos positivos y negativos de la desescalada.
La primera consecuencia directa del coronavirus la tuvieron el jueves 12 de marzo. Ese día, el Gobierno Vasco decretó la alerta sanitaria y el cierre de todos los colegios. “Los días previos comentábamos la posibilidad de que el colegio cerrase por la pandemia. Además, un día, don Borja colocó en clase un cartel en el que se detallaban las instrucciones recomendadas por el gobierno autonómico para prevenir el virus. Nuestras sospechas se vieron confirmadas el día 12 de marzo cuando llegamos a clase de Economía y nos enteramos de la noticia”. “Era el tema de conversación entre adultos e incluso mis amigos”. “Al finalizar la clase, nuestro profesor de Economía, don Mikel, anunció que debíamos recoger todos los libros para llevarlos a casa y usarlos durante el confinamiento, puesto que las clases se realizarían online”. Según escribió un alumno, “todo el mundo se lo tomó como unas vacaciones extra”. Sin embargo, cuando abrió las redes sociales se topó con los hashtag #quedatencasa y #stayhome. Conforme fueron pasando los días y se fueron agravando los datos, la percepción cambió. Algunos familiares se vieron afectados por ERTEs. Otros vivían con abuelos, los cuales se sintieron especialmente vulnerables ante los primeros sucesos de las residencias. Además empezaron a valorar la libertad. “Vi unas restricciones que hasta el momento no había visto nunca”, decía otro.
El lunes 16 de marzo comenzaron las clases online. Al principio costó y un compañero señaló: “estaba algo frustrado porque veía que tenía que hacer un esquema larguísimo de lengua y otras cosas, y acabé un poco nervioso”. Sin embargo, con el paso del tiempo se fueron habituando a ellas. De hecho, como anécdota, un compañero expresó que prefiere “este método de clases, te da bastante libertad a la hora de organizarte y aprendes más”. Asimismo, poco a poco fueron perfeccionaron sus habilidades tecnológicas. No solo en el ámbito docente sino también, muy prácticos, en el ocio. Es más, algunos participaron en el Trivial online dominical del club Txindoki. Durante el confinamiento tenían más tiempo y, como buenos deportistas, varios hicieron bicicleta estática, plancha o sentadillas. Uno hasta llegó a jugar a baloncesto en su cuarto. La vida seguía su curso y los cumpleaños los celebraron por videollamada o FaceTime.
Conforme fue pasando el tiempo y se fue agravando la situación, se fueron dando cuenta de la importancia de la salud y la responsabilidad. Además, al estar más tiempo en casa, incorporaron nuevos hábitos como una mayor implicación en las labores del hogar, una profundización en la convivencia familiar o en la oración. También se reencontraron con la lectura o el cine, aprendieron a cocinar, conocieron nuevas formas de consumo, como la compra a domicilio, o cambiaron las rutinas de higiene con el uso de mascarilla, guantes y geles. “Nada volverá a ser como antes” decía uno. Alguno también profundizó en su futuro universitario y profesional. A las 20:00 h., varios salieron a los balcones para el aplauso a los sanitarios.
El 23 de abril celebraron el Día del Libro con la lectura del Diario de Ana Frank en el colegio. El domingo 26 de abril salieron los niños al exterior y hubo división de opiniones. Mientras algunos se escandalizaron por las imágenes de aglomeración, otros creyeron que la salida debía ser más amplia. Uno de los que tenía hermanos afirmó “ha vuelto muy emocionado porque en el parque ha visto patos”. ¡Cuánta grandeza en algo tan sencillo! No faltaron los que señalaban que el hermano que podía salir “va a volverse el perrito de la familia”. Posteriormente, todos pudieron salir al exterior y uno calificó de “lujo” la vuelta a la manzana de casa. Con ello se reencontraron con sus amigos o con sus abuelos, los cuales “estaban especialmente contentos”, aunque al principio se mostraron “nerviosos y agitados”. El lunes 4 de mayo abrieron las peluquerías y un compañero se cortó el pelo “porque a mí me crece muy rápido y lo necesito tras dos meses”.
Una vez que se podía salir al exterior, en Donostia se comenzaron a ver aglomeraciones en la playa y uno, inquietado, afirmaba: “la gente está como en Benidorm”. A otro le pareció “brutal” la salida al exterior, en sentido positivo. Y aprovechó para ir a la playa con una bola de pilates y “entrenar los saltos y acrobacias”. Entonces empezó a comprender “el valor de las pequeñas cosas de la vida con las que se disfruta”. Si bien veía demasiada gente sin mascarilla en Sagüés. Otro afirmaba “he ido a correr de mi casa hasta Anoeta y allí he decidido volver andando ya que me iba a morir, la acumulación de días vagos ha hecho efecto”. No faltó el que fue a jugar a golf en Jaizkibel y el de Irún, que tenía tantas ganas de andar en bicicleta que sin darse cuenta pasó a Navarra, le paró la policía y se llevó un susto. Todos respetando las franjas horarias. A finales de mayo “el ambiente se va calmando”, se desplazaron a otras localidades para estar con sus amigos “y fuimos a cenar al Telepizza”. La realidad había cambiado y había “mucho control, comprar una Coca Cola es un agobio”. Al final, el lunes 1 de junio volvieron al colegio y “todo es un poco marciano” , señalaba alguno en referencia a las distancias, los geles o las mascarillas.
Por último, algunos han acompañado el trabajo con una selección de fotografías en las que han reflejado varias de las situaciones. Por suerte, ningún familiar de los alumnos se ha visto afectado directamente por la pandemia. Una experiencia única y ¡un testimonio para la posteridad! “Mucha gente habla del coronavirus comparándolo con la Peste Negra. En mi opinión, esta pandemia no le llega ni a la suela de los zapatos”. Una sabía reflexión de un buen estudiante…
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