“Andando lugares y conociendo gentes se hace uno prudente”

Novelas de aventuras y viajes interminables llenos de fuertes sensaciones hay muchos, pero nada hay como subirse a lomos de Rocinante, lanza en astillero y adarga antigua en mano en busca de lejanas tierras donde coronarse como héroe para conquistar así el corazón de nuestra amada Dulcinea.

Desde la asociación Leizarán, el día uno de julio un grupo de chavales de bachillerato de Erain junto con don Pablo Zarrabeitia salimos rumbo a Barcelona soñando poder echar una mano en uno de los barrios más pobres de la ciudad: el Raval. En el corazón de esa zona se encuentra la asociación B-Raval, que se encarga de organizar actividades para los más jóvenes de por la zona. Así fue como pudimos visitar junto a estos chicos el Camp Nou, el Caixa Fórum, el Naturpark, el Zoo; hacer deporte a las mañanas y, de vez en cuando, clases de robótica a las tardes. Algunos de nosotros estábamos con chicos medianos -Alvaro Aramendi, Nicolás Zabala- y otros con los más mayores -Alvaro Malcorra, Rafa Reina y Willy Bilbao-.

Fueron muchas las horas que estuvimos con estos niños que no vamos a olvidar, pero, aun así, el “finde” lo reservamos para nosotros. De repente nos encontrábamos en una cantera (“La Pedrera” o “Casa Milá”) como, de repente, nos veíamos en frente de una ballena colosal y preciosa (“Casa Batlló”) Cenas de sábado y fuentes de agua y luz en Montjuic un domingo. Todo ello sin poder apartar la vista de la colosal Sagrada Familia, que sin estar acabada nos emborracha con su escultura e imposible arquitectura. Y no podíamos dejar de ver sta. María del Mar, la catedral, los paseos por el parque Guell.

Quizá nosotros no tuvimos que enfrentarnos a enormes gigantes como molinos de viento, y quizá nosotros no conquistamos a ninguna bella doncella, pero lo que sí sé que conseguimos fue sacar una sonrisa a unos niños que con poco se conforman, que aprovechan el momento (sí, ese “carpe diem” tan famoso) y que saben dar gracias por lo que tienen.

Andando lugares y conociendo gentes no sólo nos hicimos prudentes, como decía don Miguel de Cervantes, si no que nos hicimos generosos, agradecidos, valientes y, sobre todo, alegres.

Sirvan estas líneas para animar a otros jóvenes a dedicar algo de su tiempo a los demás.