El pasado 22 de febrero, al terminar las clases de Erain, los profesores nos reunimos para emprender el viaje que hacemos anualmente al refugio de Belabarce, capitaneado por D. Eduardo Beunza. Meses antes, se encarga de reservar el refugio y hacer la lista de la compra necesaria para pasar un fin de semana en la cabaña.

 

El viernes, partimos en 4 coches nada más y nada menos que 15 profesores de Erain. Según iba cayendo la noche e íbamos subiendo el monte para llegar al valle, pudimos comprobar las nevadas que habían caído hacía un par de semanas, ya que todavía se mantenían unos 90 centímetros de nieve. A varios profesores no les pilló por sorpresa encontrarse nieve por el camino, ya que los últimos días habían accedido a las webcams de Belagua para hacerse una idea de cómo se encontraba el terreno.

Una vez ya en el refugio, preparamos un pequeño aperitivo para abrir el estómago y esperar a la cena tan rica que nos preparó D. Eduardo. Después de cenar y recoger la mesa, pasamos a la sala de estar y entre risas y tertulia se nos pasó el tiempo volando.

A la mañana siguiente, nos esperaba un desayuno tipo ‘brunch’ para cargar la energía necesaria para afrontar la ruta montañera que nos había preparado D. José María. Aprovechando el día soleado, y los casi 20 grados, cogimos nuestras mochilas y las raquetas de nieve y emprendimos la aventura. Aunque solamente fuimos 5 los valientes en subir la montaña, el resto de profesores también tenía un plan alternativo, se pasaron la mañana en el refugio y aprovecharon para leer y desconectar un poco, después cogieron los coches y fueron hasta el pueblo de Isaba a comer.

A las 19:00 quedamos todos en el refugio y celebramos la Santa Misa en el oratorio, junto con otro grupo de profesores de Pamplona.

A la mañana siguiente, preparamos las maletas y todavía tuvimos tiempo de dar una pequeña vuelta por la zona, poder volar el Dron que trajo D. Gorka y grabar algunos vídeos de los paisajes nevados. A las 13:00 volvimos a reunirnos todos en el refugio para celebrar la Misa dominical. Al salir del oratorio, nos reunimos todos alrededor de la mesa, y saboreamos con ganas la última comida del fin de semana.

Con mucha pena, nos despedimos del refugio hasta el año que viene.